EP. – Con Keylor Navas en la portería, el Real Madrid se reencontró con la victoria cinco partidos después ante el modesto Viktoria Plzen 2-1, en la tercera jornada de la fase de grupos de la Champions League, un partido que da vida a Julen Lopetegui hasta el Clásico.
El actual campeón de Europa no está bien, eso es más que evidente. La idea de Lopetegui se desvanece ante la necesidad de contentar a la grada de Chamartín, ausente de goles y triunfos. Este miércoles pitaron a su equipo después de una primera parte en la que los checos merecieron haber conseguido el gol del empate y también lo hicieron al final. Ni la victoria consoló a la afición.
No hubo momento para la tragedia, aunque estuvo cerca tras la valentía de los visitantes, el Madrid salvó el partido y sumó los tres puntos, pero no sofocó el fuego. Ni se vio reacción del equipo, ni mucho menos la defensa a ultranza que ha hecho esta plantilla del técnico vasco. Lopetegui lleva el tiro en la nuca desde hace unas semanas…
Y eso que la noche arrancó bien para los blancos gracias a un gol de Benzema, que conectó a la perfección un centro de Lucas Vázquez, improvisado lateral derecho. El gol despertó al equipo de Pavel Vrba y anestesió a un Madrid cuyo juego careció de finalización. Buenas intenciones, pero malas ejecuciones.
Se notó en la varita de Isco, que se la dejó en el vestuario, y en la escasa participación de Bale, que parece rechazar los galones que dejó Cristiano el pasado verano. El equipo no fluye, ni divierte como lo hacía en las primeras jornadas del campeonato. O en aquel partido ante la Roma que ahora parece tan lejano y tan solo fue hace poco más de un mes.
El gol de Benzema liberó al Viktoria Plzen, más cómodo con el marcador en contra que con la incertidumbre del 0-0, y pronto comenzó a generar sus ocasiones. La primera de ellas la firmó Limbersky, que tiró alto en buena posición, y la segunda tuvo como protagonista a Hrosovsky, que erró solo en el segundo palo un remate que hubiera hecho estallar al madridismo.
Nada cambió en la segunda mitad, que repitió el mismo guión merced a un tempranero tanto de Marcelo. A los diez minutos, el brasileño hizo la pared con Fede Valverde -debutante este miércoles- y picó por encima de Hruska. El gol hizo saltar a Lopetegui, que apretó sus puños con fuerza, consciente de haber ganado una vida pese a que quedase mucho partido. El 2-0 daba una tranquilidad que no terminó siendo lo que la misma palabra significa.
Acto seguido, Bale la tiró fuera con un lanzamiento potente y lejano, pero la producción de los merengues fue bajando de manera preocupante. Sin profundidad ni atrevimiento, el equipo de Lopetegui demostró poco amor propio o quizá fue su falta de confianza. El mejor ejemplo fue ver a Modric fallando pases sencillos, de apenas 10-15 metros, de manera recurrente.
No es mal indicador el croata, cuyo fútbol no está siendo el mismo esta temporada y sus compañeros continúan buscando una brújula que les devuelva el equilibrio. Para colmo, añadiendo más picante a la receta, el actual campeón de la República Checa puso misterio al final del partido. Hrosovsky definió con mucho talento en un balón al borde del área.
El gol terminó de enfadar a la parroquia blanca, sabedora de que sus pupilos pueden ganar en el Camp Nou independientemente del momento en que se encuentren. Sin embargo, las sensaciones no auguran un buen final a este Madrid, y sobre todo, a un Lopetegui que incluso -ni esta noche- pudo tener un plácido partido. Sigue el incendio en Chamartín.