Retrasos, disputas, lesiones… Las primeras ediciones de la Copa del Mundo no tuvieron pomposas ceremonias de apertura y un juego inaugural en el que la selección anfitriona se luce ante su pueblo y millones de espectadores.
Más que históricas, el arranque de los primeros mundiales fue bastante accidentado. En Uruguay 30, el retraso en la construcción del estadio Centenario hizo que la ceremonia de inauguración se realizara el 18 de julio, cinco días después de que comenzara el torneo.
De hecho, ese Mundial tuvo dos partidos inaugurales. El 13 de julio, a las 3 p. m., Estados Unidos y Bélgica se enfrentaron en Parque Central, mientras Francia y México hacían los mismo en Pocitos, la cancha del Peñarol. Eso dio pie a que la gloria de ser el anotador del primer gol de los mundiales se decidiera en cuestión de minutos y dejara a uno de los juegos casi en el completo olvido.
El honor le correspondió a Lucient Laurent, el delantero francés del FC Sochaux que a los 19 minutos del partido aprovechó un rechazo de un rival para rematar de volea y vencer al arquero Óscar Bonfiglio. 21 minutos después, Bart McGhee, un escocés emigrado a Norteamérica, marcó el primer gol de Estados Unidos ante los belgas, pero eso pocos lo recuerdan.
Francia ganó aquel primer encuentro 4-1, a pesar de jugar con un hombre menos desde el minuto 23’, por la lesión del guardameta Alexis Thépot que obligó a poner bajo los palos a Agustin Chantrel: ¡un mediocampista!
Cuatro años después, en Italia 34, no fueron dos sino ocho los partidos inaugurales de la Copa del Mundo. La FIFA decidió eliminar la fase de grupos y arrancar directamente en los octavos de final, así que el 27 de mayo, a las 4:30 p. m., 16 equipos estrenaron el segundo Mundial (y 8 se despidieron del torneo esa misma tarde).
En Roma, Trieste, Florencia, Torino, Génova, Milán, Bologna y Nápoles, no hubo nada que se pareciera a un desfile o a una ceremonia pomposa. Hasta el dictador Benito Mussolini se negó a ocupar el palco de honor del estadio Nazionale del P.N.F. para ver el juego Italia-Estados Unidos.
El Duce había ordenado que nadie tuviera privilegios y se fue a las boleterías a comprar entradas para él y sus hijos.