El ajedrez es el deporte mental más conocido. Es considerado por muchos un juego científico, muy competitivo y una batalla trasladada al pequeño tablero. Como ha pasado en demasiadas ocasiones a lo largo de la historia, esta disciplina no está exenta de discriminación por motivos de identidad sexual, también ha sido manchada por la lacra del machismo. Las mujeres no siempre lo han tenido fácil poder participar.
Según documentos antiguos, y aunque pueda parecer increíble, la introducción de la figura de la reina en el siglo XVI produjo una discriminación hacia las mujeres. El juego se convertía así en una actividad mucho más rápida y, a su vez, atrajo a muchos varones. En el mismo momento, a las mujeres se les prohibió entrar en los cafés y tabernas donde se solía practicar.
En el siglo XIX se empezó a abrir el ajedrez a las mujeres gracias a la presión de las propias afectadas. Algunas pioneras levantaron la voz en contra de esta diferenciación injustificada y se empezaron a formar grupos de jugadoras en los Países Bajos. A base de competir, fueron mejorando hasta que el nivel era tal que se planteó la opción de enfrentar a los considerados dos figuras de cada uno de los sexos a modo de exhibición.
Referentes femeninos
Es de especial mención la primera jugadora que venció al campeón masculino en uno de los duelos comentados anteriormente. Fue Ellen Gilbert, de los Estados Unidos, quien derrotó a George H. D. Gossip, campeón de origen británico, hasta en dos ocasiones en una partida celebrada en 1879 con un jaque mate en 21 movimientos.
También cabe comentar a Vera Menchik, una figura histórica que muchos han visto reflejada en la popular serie de Netflix Gambito de Dama, que relata la historia de Beth Harmon, una huérfana prodigiosa del ajedrez, que se enfrenta a un mundo muy masculinizado y a problemas emocionales y de dependencia. La británica fue la mejor ajedrecista de los años 30 y venció a maestros masculinos como Max Euwe, Samuel Reshevsky o Mir Sultan Khan.
Es obligatorio hablar de las tres hermanas Polgár: Susan, Sofia y Judit. Originarias de Budapest, destacaron a principios de los 90 por su enorme potencial a una edad muy temprana. Pero más allá del rendimiento en el tablero, tuvieron un importante componente social: se negaron a competir en torneos exclusivamente femeninos, luchando por la igualdad de condiciones de los hombres.
Más reciente, otra de las figuras destacadas del ajedrez es la estadounidense Jennifer Shahade, quien se coronó con el título de Gran Maestro femenina en 2005. No obstante, su actividad no ha parado ahí: también destaca en otros deportes mentales, como es el caso del poker, una disciplina en la cual es jugadora semiprofesional y forma parte del reconocido equipo PokerStars. Adicionalmente, es editora y dirige una organización social y sin ánimo de lucro, llamada 9 Queens, la cual intenta acercar el ajedrez a mujeres jóvenes en situaciones vulnerables.
Torneos abiertos a las mujeres
Con la proliferación de referentes femeninos, en los años 90 empezaron las reivindicaciones de las mujeres para poder competir con los hombres sin restricciones ni condiciones. No había una diferencia en el juego, sino que era puramente un componente social. Así fue como empezaron los eventos abiertos a ambos sexos, nada de partidas aisladas ni a modo de exhibición. También se unificó la lista de clasificaciones internacionales de la propia federación, la Federación Internacional de Ajedrez, cuyo récord femenino lo tiene Judit Polgár, que llegó a la octava posición en 2005.
En la actualidad, aunque existen muchas modalidades de juego, la mejor jugadora de ajedrez del momento se sigue decidiendo en un campeonato único y bianual. Desde 2011, la FIDE establece que durante los años pares el título se jugará en un torneo eliminatorio de 64 jugadoras, mientras que en los impares el título se deberá defender contra la segunda clasificada en un mano a mano. En 2021, la número uno es la china Hou Yifan, 84 del ranking absoluto, que también podemos ver en el campeonato del mundo contra Magnus Carlsen, Ding Liren o Levon Aronian.