El defensa argentino Luis Felipe Monti es uno de los pocos futbolistas en la historia que ha tenido el privilegio de jugar dos finales de Copa del Mundo en forma consecutiva, aunque su caso es aún más especial porque lo hizo ¡con equipos diferentes!
Sin embargo, lejos de ser la envidia de muchos, el suyo fue un privilegio que quizá no disfrutó mucho: Las dos finales las disputó bajo peligro de muerte.
Doble Ancho, como le apodaban desde que inició su carrera en el fútbol, fue figura en la zaga de la selección albiceleste que participó en Uruguay 30.
Aunque Argentina había ayudado a que Uruguay fuera la sede de ese histórico primer Mundial de fútbol, apenas pusieron un pie en territorio charrúa, sus jugadores fueron objeto de una enorme hostilidad. La situación llegó a tal punto que, durante su primer partido ante Francia, el 15 de julio, los hinchas uruguayos insultaron y lanzaron proyectiles contra los argentinos.
La Asociación de Futbol Argentino (AFA) amenazó con retirar al equipo de la competición y fue necesaria la intermediación del presidente de la república, Juan Campisteguy, para que echaran atrás sus intenciones.
El ambiente hostil regresó con más intensidad para la final del torneo ante los anfitriones. En los días previos al juego circularon los rumores de que algo malo podría pasar si Argentina ganaba y el propio Monti recibió amenazas anónimas contra él y su familia.
A pesar de eso, La Albiceleste se fue al descanso con el marcador a su favor (1-2), pero algo pasó en el vestuario (dicen que los jugadores fueron amenazados por hinchas armados) y en la segunda parte Uruguay remontó el juego (4-2), dejándose el título ante la extraña pasividad de sus rivales.
Doble Ancho fue señalado como uno de los culpables de aquel tropiezo y, ante el mal ambiente que encontró de regreso en su país, prefirió aceptar la oferta del Juventus de Turín y se mudó a Italia.
Cuatro años después, el argentino volvió a estar en la Copa del Mundo, esta vez con la selección italiana, gracias a una de las muchas movidas del gobierno fascista para demostrar su poderío ganando el torneo que organizaban.
Con cuatro jugadores suramericanos – Monti, Raimundo Orsi, Enrique Guaita y Atilio Demaría- la selección anfitriona logró avanzar hasta llegar a disputar el título del torneo ante la antigua Checoslovaquia.
“Ganar o morir”, les advirtió el dictador Benito Mussolini a los jugadores azzurri antes de disputar la final en el Estadio Nacional del Partido Nacional Fascista, en Roma. El propio Duce bajó al vestuario local y sermoneó a Monti durante el descanso por la arriesgada cantidad de faltas que estaba cometiendo y les tenían abajo en el marcador 0-1.
Regañado, el zaguero mejoró su comportamiento en la segunda mitad e Italia terminó ganando 2-1. Un gol de su compatriota Orsi (al 81’), les permitió ir al alargue y el otro de Angelo Schiavio (al 95’), les salvó la vida.
“En Montevideo me mataban si ganaba y en Roma me mataban si perdía”, recordó Monti años después. Al menos vivió para contarlo.