Dos décadas hizo esperar Inglaterra al resto del mundo para demostrar su fútbol. 20 años se tardó la Selección inglesa en acudir a un Mundial, después del plantón a Uruguay porque ellos “merecían ser la sede” del primer torneo, pero acabarían regresando a casa con el rabo entre las piernas.
Ganaron caminando la eliminatoria para Brasil 50 y, con su fama de “inventores del fútbol moderno”, llegaron al torneo confiados de que arrasarían a sus rivales de la mano de reconocidas figuras internacionales, con Stanley Mathews, Wilf Mannion y Tom Finney.
Aunque las cosas empezaron como esperaban, con una cómoda victoria ante Chile (2-0) sobre la cancha del Maracaná, el 29 de junio, en el estadio Independencia de Belo Horizonte, el amateur equipo de Estados Unidos acabó atragantando la arrogancia inglesa.
Pavonéandose de que los norteamericanos no serían obstáculo en su camino al título, el técnico Walter Winterbotton dejó en el banco a Matthews; las apuestas pagaban el triunfo de EE.UU. por 500 a 1, y un periódico británico planteó la posibilidad de darles a los débiles rivales “tres goles de ventaja” … El ego inglés quedó por los suelos.
Compuesto por hijos de inmigrantes y jugadores semiprofesionales, Estados Unidos había perdido sus últimos siete juegos, incluido su debut ante España (3-1). Los ingleses, en cambio, venían de golear 10-0 a Portugal y 4-0 a Italia, entonces campeona del mundo.
Sin embargo, gracias a las agallas de los estadounidenses y una gran dosis de buena suerte, la vapuleada que esperaban ver los 10.000 espectadores de aquel juego fue en realidad una de las grandes sorpresas en la historia de los Mundiales.
Luego de 38 minutos de embestida inglesa, Walter Bahr (maestro de escuela en Filadelfia), envió un pase largo desde mitad del campo que el arquero Bert Williams salió a atrapar tranquilamente, pero para su sorpresa, Joe Gaetjens (un haitiano que se ganaba la vida lavando platos en Brooklyn) se lanzó en plancha y alcanzó a desviar el balón con la cabeza dejando sin reacción al desconcertado portero.
“Nos hubiésemos conformado con perder por 2-0. Ni en sueños pensamos que podíamos ganar”, confesó el defensor Harry Keough. Pero era verdad.
“Marcaron un gol de chiripa y nos vinimos abajo. Si nos hubiésemos enfrentado a ellos 100 veces, habríamos ganado con holgura 99”, afirmó, incrédulo, el delantero inglés Tom Finney.
En un periódico británico también dudaron al recibir el telegrama con el resultado y, asumiendo que era un error tipográfico, decidieron titular “Estados Unidos 1 – Inglaterra 10”. Hasta el réferi italiano Generoso Dattilo no dio crédito del resultado final: «Si no lo hubiera arbitrado yo, jamás lo habría creído».