En ocasiones el fútbol es celoso hasta el extremo y no permite otro amor que no sea el que se siente por la camiseta. Cuando comienza una Copa del Mundo, novias, esposas y amantes empiezan también una lucha por la pasión de sus parejas… Y como en el juego: se gana, se pierde o se empata.
Ejemplo hay muchos, desde las primeras ediciones del torneo. Como el renombrado portero uruguayo Andrés Mazzali, un deportista innato –figura también en atletismo y baloncesto– que a sus 27 años había ganado dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos… y una fama de galán irremediable.
Con semejantes atestados futbolísticos, su puesto en el Mundial de 1930 era casi seguro, pero el amor le puso una piedra de tropiezo. A unos días para el inicio del torneo, Mazzali decidió escaparse de la estricta concentración charrúa para salir con una bella rubia que conoció en el hotel donde se hospedaba el equipo.
La aventura llegó a oídos de la federación uruguaya que, sin importar la defensa hecha por los propios compañeros de Mazzali, decidió expulsarlo del plantel y, sin él, Uruguay se coronó campeón del mundo.
Cuatro años después, fue el fútbol el que ganó. Alemania debía disputar contra Austria el juego por el tercer lugar de Mundial Italia 1934, pero entre deserciones y lesiones disponía solo de diez jugadores. Ante la emergencia, el técnico Otto Nerz envió un telegrama urgente al defensa Reinhold Münzenberg que había jugado algunas veces con el equipo.
El zaguero recibió la convocatoria y de inmediato telefoneó al hotel donde estaba el equipo para explicar que no podía asistir porque ese mismo día tenía otro compromiso: su boda.
“Un matrimonio se puede retrasar, pero un Mundial, no”, le respondieron. El 7 de junio, en Nápoles, Alemania ganó 3-2, con Münzenberg en la zaga.
En 1994, ganaron los dos. El delantero brasileño Romario confesó que organizaba orgías durante la concentración de equipo para el mundial en Estados Unidos. “Puse a más de una mujer dentro del hotel. No me acuerdo cuántas fueron”, contó a la prensa de su país quien se autocalificaba “mujeriego por excelencia”.
Más allá de la molestia del cuerpo técnico de la Canarinha, que había exigido abstinencia durante el mes que tardaría el torneo, parece que todos salieron ganando con el inusual estilo de “concentración”. Brasil se coronó tetracampeón del mundo, tras vencer a Italia en penales, y Romario no sólo logró salirse con la suya, sino que fue nombrado mejor jugador del certamen.